Comentario
El aporte del capital extranjero fue de gran importancia para la expansión de las economías latinoamericanas. Este se captaba fundamentalmente a través de la contratación de empréstitos negociados por los gobiernos en los principales mercados europeos de capitales, siendo Londres el más importante, aunque París y Berlín jugaron un papel destacado. Desde finales del siglo XIX Nueva York vería acrecentada su importancia.
El endeudamiento externo, aunque muy importante y de una gran eficacia, fue sólo una vía de financiación más, que sería complementada eficazmente por las inversiones internas. Sin embargo, estas últimas han merecido una atención menor por parte de los investigadores y nuestro conocimiento al respecto es bastante débil. En este terreno destaca el endeudamiento interno de los Estados (más el de las provincias y ayuntamientos) y también el papel de los inversionistas privados que canalizaban sus fondos a actividades productivas. Y si bien estas últimas fueron menos cuantiosas que las primeras, también cumplieron un papel muy activo en el proceso de crecimiento económico.
El destino que se le daba a los préstamos recibidos del exterior es una cuestión de bastante importancia y que tenía que ver directamente con decisiones políticas de los propios gobernantes latinoamericanos. Mientras algunos países los destinaban a financiar la construcción de obras de infraestructura, como ferrocarriles, puertos o caminos, otros los dedicaban a refinanciar las deudas contraídas anteriormente. En el primer caso se puede mencionar a la Argentina de la década de 1880; en el segundo hay varios ejemplos significativos. Brasil contrató en 1889 un empréstito de 20 millones de libras esterlinas que sólo sirvió para convertir los bonos de las emisiones de 1865, 1871, 1875 y 1885. Lo mismo ocurrió con el empréstito de 10 millones de libras contratado ese mismo año por el gobierno mexicano.
La importante participación de las inversiones extranjeras en un medio caracterizado por una aguda falta de capitales, ayudó de forma considerable a que los inversionistas europeos y norteamericanos ocuparan posiciones predominantes en algunos sectores económicos claves en los países latinoamericanos, especialmente los vinculados con el transporte y la comercialización de los productos exportables, que pasaron a controlar muy rápidamente.